En el marco del XXIX Festival de Música “Clásicos en Verano”, Torrelaguna rindió homenaje, el 16 de julio de 2016, a Rosa García Ascot (1902 – 2002), célebre pianista y compositora fallecida en el municipio.
Junto a una ofrenda floral ante su tumba en el cementerio de la localidad, donde se recitó el poema que Lorca le regaló, el acto de tributo estuvo también compuesto por un concierto en la iglesia parroquial a cargo de la pianista Paula Ríos, quien recientemente editó un disco titulado “Viento de Plata” con obras de García Ascot y de Bal y Gay.
Paula Ríos rescata el legado de Rosa García Ascot (Artículo de “El Mundo”)
La pianista Paula Ríos conjuga una prometedora carrera como concertista con una cruzada personal que presenta dos vertientes. Por un lado, la intérprete gallega, nacida en Alicante, pretende demostrar que la música española para piano no se limita a la santísima trinidad de Granados, Falla y Albéniz; por otro, pero muy relacionado con lo anterior, quiere reivindicar una tradición pianística inequívocamente propia que en buena parte también se ha perdido.
Dedicar un disco a la obra de Rosa García Ascot, integrante del Grupo de los Ocho -el equivalente musical de la Generación del 27-, combina ambos objetivos por lo que supone de recuperación de una figura a la que la Guerra Civil y el exilio afectaron de doble manera: la condenaron al olvido como compositora y privaron de una referencia fundamental a una escuela de interpretación, una manera de tocar privativa de los pianistas españoles.
Viento de plata, editado por Columna Música, recoge parte de la obra que se conserva de García Ascot (perdida en su mayor parte durante la guerra) y de su marido, Jesús Bal y Gay, también compositor además de investigador, crítico, divulgador y gestor musical. El álbum, en el que interviene la soprano Eva Juárez, incluye cinco piezas de cada uno nunca grabadas hasta ahora, y que en el caso de ella sumaban el corpus básico de su creación hasta que la reciente tesis del pianista Ignacio Clemente ha añadido interesantes descubrimientos.
Pocos intérpretes pudieron presumir de maestros como Rosita García Ascot. Fue alumna de Granados y, brevemente, de Turina. Felipe Pedrell, que detectó en ella el brillo del prodigio, encareció a Falla que la tomara bajo su tutela, y el ocupadísimo músico gaditano se vio obligado a quebrantar su negativa, motivada precisamente por la falta de tiempo, de aceptar alumnos.
Falla le escribió a su maestro Pedrell: “Dado lo que encuentro de extraordinario en Rosita -cuya organización musical es prodigiosa, como usted dice muy bien-, hago una excepción en mi plan y desde el martes próximo empezaremos las lecciones de piano y de composición”. Y a continuación: “He de seguir con ella un método de enseñanza muy especial, partiendo de lo que ya ella sabe sin saber“.
Paula Ríos, que ha localizado las obras de García Ascot en un archivo de Barcelona, en el de la Residencia de Estudiantes y en el de la familia de la compositora, destaca que su escritura pianística es “muy natural” y pone de manifiesto lo “cómoda” que se sentía como intérprete. Pero no se trataba de rescatar esta música únicamente porque fuera una rareza. “En absoluto. Cuando encontré estas partituras me di cuenta de que merecían ser dadas a conocer sin lugar a dudas. He grabado el disco que yo quería escuchar”.
García Ascot conoce a Bal y Gay en noviembre de 1930 durante el concierto fundacional del Grupo de los Ocho, que integra a la propia Rosa, los Halffter, Bacarisse y Pittaluga entre otros, en la Residencia de Estudiantes, de cuya vida cultural participan activamente. Entablan una amistad especial con García Lorca y su muerte será un mazazo del que nunca se recuperarán enteramente.
El título del álbum de Paula Ríos proviene de un verso del poema Corona poética, que Lorca dedica a Rosa García Ascot por su cumpleaños: Cúpula amarilla y viento de plata. El lirio, la sonrisa velada y la mano delgada. Cúpula amarilla y viento de plata, le escribe el granadino.
La proyección de Rosita es tal en los años 20 que da lugar a una escena insólita y soñada por cualquier músico: Falla y Ravel encerrados durante un par de horas discutían (parece que literalmente) sobre cuál era el siguiente paso que le convenía a la joven intérprete, si mudarse a París o quedarse en España.
La compositora acabará viajando a la capital francesa a mediados de la década siguiente, cuando su marido se muda a Cambridge para dar clases. Ella lo acampaña y pasa unos meses en París estudiando con Nadia Boulanger y manteniendo el contacto que ya había tenido en Madrid con grandes compositores como Milhaud, Poulenc y el propio Ravel. En esas, estalla nuestra contienda civil, periodo en el que ella forma un coro con niños de la guerra en Cambridge, y la pareja acaba en México, donde cultivan una amistad duradera con Stravinski.
La mujer de este, Vera, expondrá en la galería que el matrimonio abre en el DF, Diana, en la que también exhibirán sus trabajos Remedios Varo y Leonora Carrington. Rosa se dedica a dar clases mientras su marido, que ha llegado a México con el encargo de fundar la Casa de España, despliega una notable actividad como promotor cultural.
La pareja vuelve por fin a España en 1965 sin que se reconozcan sus méritos ni entonces ni tampoco una década más tarde, cuando se supone que resultan obligados los homenajes a las víctimas del exilio. Una de las pocas excepciones la constituyó el tributo que les dispensó la Residencia de Estudiantes en junio de 1990, ocasión en la que Rosa Torres-Pardo interpretó obras de ambos.